lunes, 2 de junio de 2008

En el principio fue el verbo...

Este viaje se inició en Ciudad Real, no sabía muy bien si ser maestra era lo que la vida me tenía destinado, pero cuando comenzó mi año de prácticas, todos aquellos contenidos fríos y distantes sobre psicología, pedagogía, literatura, cobraron vida y era apasionante ver cómo niños que venían de un hogar desestructurado, violento y pobre encontraban en la escuela un espacio para ser ellos mismos, para soñar como los niños que eran, para crecer jugando. Trabajaba con niños de siete años, todo el material había que confeccionarlo a mano y los recreos eran siempre un espacio para contar historias en las que volaban por encima de su precaria realidad.

Tristemente, mi experiencia posterior me demostró que esta libertad de la que había gozado no era extensiva a todos los centros y ahí comenzó mi búsqueda por encontrar un registro en el que educar fuera sinónimo de crecer, sin cercenar la creatividad, la propia esencia; al contrarío, una forma de que cada uno pudiera descubrir su color.

Y comencé a estudiar técnicas de expresión creativa: Expresión Corporal, Teatro, Títeres, Música corporizada.

Creé una compañía de títeres, hice teatro, estudié Doblaje.

También quería entender por qué repetimos los mismos patrones, por qué a pesar de aspirar a la felicidad estamos atrapados por miedos y pesadillas y estudié Psicoanálisis.

Me faltaba algo: el Cuerpo, las Emociones, la Comunicación.

Investigué en las técnicas de Meditación y Relajación, Inteligencia Emocional, Comunicación No Violenta.

Ahora casi todo mi trabajo docente lo realizo con profesores; de vez en cuando, como este curso, también con sus alumnos.

¿Qué hago? Aunque parezca que todo está demasiado diseminado, en el fondo, como todo lo que existe, está en relación: son hebras de colores y texturas diferentes, pero forman parte de un entramado, de un tejido precioso y, a veces, olvidado en los programas escolares y en nuestra vida: La Comunicación.

La Comunicación, asumida como una forma de entender nuestro entorno, a los que nos rodean y sobre todo a nosotros mismos. De encontrarnos, aceptarnos, amarnos y, así, poder encontrar, aceptar y amar todo lo que constituye nuestro espejo exterior: Los Otros.

¿Cómo se conceptualiza esto? Imparto talleres de Creatividad, Control del estrés, Animación a la Lectura y Escritura, Resolución de Conflictos, Teatro, Cuentos…

Y he creado un espacio en Madrid, El Invernadero (taller de Creación Literaria), donde cualquiera puede venir a contar sus sueños, su color, sus tesoros, escribiendo y descubriendo sus palabras escondidas.

Como otra forma de hacer llegar las palabras de otros, de ponerlas en el cuerpo, de darles carne, creo el grupo de teatro Retales, con el que produzco y represento dos montajes: “De Penélope y otras historias”, con una selección de canciones y cuentos de autores contemporáneos, y “Poesía en Blues” con poemas de Félix Grande y Paca Aguirre acompañados de música clásica.

Todo gira en torno a las palabras y todo escapa de ellas, pero es la palabra la puerta de esta magia: su ALMA.